1836. De los libros prohibidos y de los libros contra la religión: extracto del diccionario teológico de Bergier, para uso de los padres de familia. Bogotá́: Impr. por José Ayarza.
Fue la guía para la prohibición de libros considerados en contra de la religión y la moral cristiana hasta la primera mitad del siglo XX. Catalogó los libros perniciosos para la fe y que estaban prohibidos para la lectura de los católicos. Advertía sobre el influjo negativo de la lectura perniciosa y ofrecía un catálogo de los libros que atentaban, de acuerdo con su criterio, en contra de la Iglesia y sus dogmas.
Ejemplar recuperado del Acervo Digital de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible aquí.
1836. Las contestaciones a la Censura.
Este texto es la muestra de un género muy usual en el siglo XIX: las contestaciones contra la censura. El objetivo de este tipo de textos era defender a los impresos, sobre todo políticos, de los silenciamientos propuestos por las juntas de censura creadas en 1830. En este caso se defiende el texto “Presidente Futuro” publicado en la Gaceta Granadina y que defendía la candidatura del General José María Obando a la presidencia. La mayoría de las veces dichas contestaciones también eran censuradas.
Ejemplar recuperado del Acervo Digital de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible aquí.
1794. Copia de la Real Audiencia para recoger los libros prohibidos de don Antonio Nariño
Antonio Nariño fue uno de los precursores de la Independencia nacional. Su accionar político lo convirtió en un objetivo de vigilancia de la Real Audiencia. Por esta razón, en 1794, el Oidor Francisco Javier Esterripa, extendió una orden para confiscar su biblioteca personal por considerarla viciosa. Entre los libros que se confiscaron se encontraban autores como Voltaire, Rousseau, y Reinalt.
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1932. El periódico Tierra fue una de las primeras publicaciones del Partido Comunista de Colombia.
En este aviso publicado en agosto (1932), se evidencia la enemistad que el presidente de entonces, Enrique Olaya Herrera, había trazado con el partido. La multa de 1,000 pesos significaba su cierre; sin embargo, el impreso sobrevivió. A lo largo de sus números podemos encontrar una serie de avisos y advertencias sobre las amenazas que el periódico recibía. Vale la pena aclarar que en 1928 se decretó ilegal cualquier acción que pudiera llamarse comunista, con penas de cárcel, exilios y cierra de imprentas. Hemos puesto el vínculo que conduce a los números digitalizados por la Biblioteca Nacional de Colombia.
Ejemplar recuperado de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Digital. Disponible aquí
1952. Relato de Voz de la democracia.
Allí se evidencia el modus operandi de los organismos de inteligencia contra los impresos de izquierda en Colombia. El Departamento de Seguridad- DAS, tenía una oficina de inteligencia encargada de seguir y vigilar a los sospechosos de subversión y contaba con el beneplácito de gobierno para adelantar allanamientos sin el procedimiento legal. Varias imprentas caseras y editoriales de los movimientos de izquierda fueron cerradas.
Ejemplar recuperado de colección personal.
1954. El periódico Voz Proletaria se dio a la tarea de publicar a lista que el teniente de aduana envío al gobierno central, describiendo los libros que destruyó por considerarlos peligrosos.
Los libros entraban por el puerto de Barranquilla y eran revisados por militares y policías. Aunque la revisión no era muy estricta, por el desconocimiento de los organismos de inteligencia, cualquier mención a la Unión Soviética era suficiente para quemar los libros. Era obligatorio enviar a Bogotá la lista de los impresos destruidos. Desconocemos el modo como el periódico comunista tuvo acceso a dicha lista, pero eventualmente se publicaban en sus páginas.
Ejemplar recuperado de colección personal
1961. Boleta de ronda del servicio de Inteligencia Colombiano. Incautación de material de izquierda.
Los servicios de inteligencia tenían libertad absoluta de entrar, desaparecer y destruir libros y material impreso que fueran considerados comunistas. Los agentes de inteligencia llenaban boletas de allanamiento para dejar registro de sus acciones, como se hace evidente en esta muestra, la firma del juez se tachaba y era el agente del DAS quien firmaba; esto deja claro que los procedimientos poco tenían de legalidad
Ejemplar recuperado de colección personal